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Las tres principales adaptaciones fisiológicas de las vacas lecheras durante la transición

Las vacas necesitan una adaptación digestiva, metabólica e inmunitaria para evitar la activación inmunitaria sistémica y la inflamación

La producción de leche de las vacas lecheras ha aumentado espectacularmente en las últimas décadas y sigue aumentando. En los últimos 30 años, casi se ha duplicado en muchos países del mundo. Este aumento se debe sobre todo a la genética y a la mejora de la conversión alimenticia. El reto al que se enfrentan las vacas lecheras modernas en el momento del parto es enorme, debido a su potencial genético. Al principio de la lactación, la demanda de energía para apoyar la lactogénesis aumenta alrededor de un 300% y las necesidades de calcio se incrementan en más de un 65%. Las necesidades metabólicas de la glándula mamaria que son prioritarias al inicio de la lactación.

¿Qué es la adaptación fisiológica?

La adaptación fisiológica se refiere al ajuste metabólico o fisiológico dentro de la célula o los tejidos de un organismo en respuesta a un estímulo ambiental. El resultado es la mejora de la capacidad del organismo para hacer frente a los cambios del entorno y mantener la homeostasis. Comprender las interacciones que se producen entre la demanda de nutrientes, la capacidad de ingesta de alimento y la función inmunitaria durante la transición a la lactación es clave para optimizar la salud y el bienestar de las vacas. Esto les permite producir de acuerdo con su potencial genético, mejorando la sostenibilidad de la ganadería lechera.

Las tres adaptaciones fisiológicas fundamentales

Durante la transición a la lactación, las vacas lecheras experimentan 3 adaptaciones fisiológicas básicas. Existe una fuerte conexión entre estas tres adaptaciones fisiológicas, una no es independiente de la otra.

Adaptación metabólica

El paso del estado de no lactancia al de lactancia supone un reto para el metabolismo de las vacas lecheras. La demanda explosiva de nutrientes y energía por parte de la glándula mamaria requiere complejos procesos de adaptación para priorizar las necesidades metabólicas. Cuando una vaca no consigue adaptarse a este reto metabólico, se producen varios trastornos metabólicos que afectan considerablemente al sistema inmunitario, al rendimiento reproductivo, a la calidad de la leche y al bienestar animal. Es normal que las vacas se adapten metabólicamente al balance energético negativo (NEB) movilizando tejido adiposo. Cuando esta movilización es adecuada y regulada, la liberación de NEFA se limita a concentraciones que pueden ser totalmente metabolizadas para las necesidades energéticas. Cuando este proceso se interrumpe como consecuencia de una ingesta reducida de materia seca debido a una formulación incorrecta de la dieta, desequilibrio de minerales, mal manejo y estrés animal entre otros, la vaca no consigue adaptarse y esta situación se convierte en una fuente de activación inmune sistémica e inflamación.

La inflamación es el resultado de una respuesta inmune y es beneficiosa para reclutar células inmunes innatas para defenderse de los patógenos, pero tiene un alto coste energético para el animal. Los macrófagos y neutrófilos requieren una energía considerable para mantener sus funciones antimicrobianas, y la glucosa sirve como fuente primaria de combustible, pero compiten con otros procesos relacionados con la producción de leche y la fertilidad.

Adpatación digestiva

El cambio a dietas hiperenergéticas al principio de la lactación puede afectar a la cinética ruminal y a la digestión de nutrientes a través del tracto gastrointestinal (TGI). Un flujo elevado de carbohidratos solubles hacia el intestino posterior puede provocar una fermentación excesiva y la acumulación de ácidos orgánicos. Esto reducirá el pH del intestino posterior, modificando la población de la microbiota y dañando el epitelio intestinal. La función principal del epitelio gastrointestinal es proteger a la vaca de patógenos, toxinas y sustancias químicas en el lumen y evitar el transporte no regulado de éstos a la circulación portal. Cuando la agresión acidótica daña el epitelio, se produce una inflamación sistémica en respuesta a la permeabilidad del intestino posterior ("intestino permeable").

Apoyar la integridad del intestino posterior es clave para garantizar una mejor transición a la lactancia. Esto evita la activación inmunitaria, disminuyendo las necesidades energéticas y de nutrientes para la inflamación y mejorando su disponibilidad para la producción de leche y la fertilidad.

Adaptación inmunitaria

La adaptación digestiva y metabólica influirá en el sistema inmunitario: una mala adaptación digestiva aumentará el riesgo de intestino permeable, lo que provocará una activación inmunitaria sistémica. La prevención de la inflamación excesiva favorecerá la función inmunitaria y mejorará la partición de energía para la producción de leche.

La homeostasis del calcio es un objetivo importante de la adaptación metabólica. La relación entre la hipocalcemia y el riesgo de enfermedades infecciosas está bien documentada. El calcio desempeña un papel central en la activación del sistema inmunitario, ya que las células T requieren un flujo sostenido de calcio para su regulación, supervivencia, activación y proliferación. Otra adaptación metabólica durante el periodo de transición está relacionada con la intensa lipólisis como resultado del balance energético negativo. Cuando las vacas lecheras son incapaces de adaptarse con éxito, la ingesta de materia seca se reduce y el aumento de la lipólisis provocará estrés oxidativo e inflamación sistémica.

El impacto de la longevidad en la producción vitalicia de las vacas lecheras

Estas tres adaptaciones clave influirán en la longevidad y la producción de leche al mejorar la resistencia al periodo de transición. Apoyar a las vacas con estas tres adaptaciones clave reducirá el impacto de las enfermedades metabólicas y el sacrificio involuntario en los primeros 100 DIM. Mejorará la distribución de nutrientes, la producción de leche y la reproducción.

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